Una espera prolongada, una pausa eterna de la que nadie merece ser el protagonista pero que, sin poder evitarlo, es la historia de su vida. O al menos eso es lo que va contando el mar.
Ahí está anclado en recuerdos que no le dejan avanzar ni volver atrás. Por eso siempre pesca en el mismo lugar donde una vez hubo alguien, en el pasado, que removió su océano personal.
El mar no le va a devolver lo que ella le quitó, todo lo que destrozó, pero no se mueve de la orilla porque sus besos sabían a sal y es lo único que le puede aliviar.
Mejor que su regreso.
Hay esperas inútiles, baldías, que sabes que nada hay detrás de ellas, y te engañas creyendo que la paciencia del pescador es una virtud. Hasta que alguien te hace ver que esperar por nada no es la mejor manera de ser y de estar.
Aquí siempre encuentro fotografías e historias vivas, porque le llevan a cada uno a sus rincones, a sus silencios, a sus soledades. Y abren puertas que permanecían cerradas desde hace mucho tiempo. Y detrás ven la luz.
Estoy seguro que la próxima vez que vaya a Lisboa este pescador habrá cambiado de lugar, incluso a lo mejor hasta se olvidó de su caña y disfruta sencillamente mirando el mar, sin añorar pasados.
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Tu enfoque , tu manera de llevar la mirada, casi siempre me atrapa. Me enamora como entra la luz por tus palabras. Movido, quedo movido….
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Al contrario que este pescador; porque él está parado -no se mueve de ese lugar- esperando… ¡Muchísimas gracias por tus palabras!
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